El cielo ya no es el límite, pero las desigualdades siguen en tierra
- Catalina Sanchez
- 29 jun
- 3 Min. de lectura
El pasado 14 de abril, un vuelo tripulado por solamente mujeres fue lanzado desde Texas. Este vuelo fue celebrado por muchos como un hito histórico de la exploración espacial. Las redes sociales se llenaron de orgullo, inspiración y mensajes de “equidad”, pero también de críticas, ya que este vuelo fue presentado como un símbolo de avance, empoderamiento de las mujeres y con el mensaje de que — por fin — también podemos conquistar el espacio.
No voy a mentir, al comienzo yo también sentí mucha emoción, pero después empecé a sentir un poco de incomodidad.

No porque no crea en la participación de mujeres en la industria — todo lo contrario, he trabajado por años por la verdadera inclusión de mujeres en el sector espacial — , pero este vuelo, más que inclusión, se sintió como un espectáculo, mientras las verdaderas barreras siguen sin tocarse.
No podemos negar el talento de las mujeres que viajaron al espacio y sus trayectorias notables. Por supuesto, su selección responde a una lógica mediática: Katy Perry (cantante de música pop), Lauren Sánchez (periodista y prometida de Jeff Bezos), Gayle King (presentadora de televisión y periodista de CBS), Kerianne Flynn (productora de cine). Además, las únicas tripulantes STEM eran Amanda Nguyen (investigadora bioastronáutica y activista) y Aisha Bowe (ingeniera aeroespacial y exingeniera de NASA).
Lamentablemente, mientras este vuelo era lanzado, millones de mujeres en el mundo siguen sin tener acceso a educación básica, mucho menos en carreras STEM, y ni hablar de oportunidades reales de desarrollo profesional en la industria aeroespacial. Pero entonces, ¿a quién representa este vuelo?
Ya hemos visto cómo las empresas de tecnología y del sector espacial han aprendido a dominar el lenguaje de la diversidad. Ya conocemos a las compañías que cambian su logo en el mes del orgullo LGTBIQ+, pero siguen fomentando políticas excluyentes.
Ponen mujeres en el escenario, en la portada o en este caso en la nave… pero ¿que hay detrás? Si al final del día los sistemas y las políticas siguen estando igual, solo que pintados de color rosa.
En mi opinión, claro que es emocionante ver un vuelo suborbital de solo mujeres, pero esto no provoca ningún cambio. Para realizar un verdadero cambio se necesita revisar condiciones de acceso, privilegio, participación y las dinámicas de poder. Y eso no se logra con un vuelo de un par de minutos.
Mirar al cielo y celebrar lo simbólico es fácil. Lo difícil es mirar nuestro alrededor y enfrentar lo incómodo: la brecha digital, la exclusión de niñas en ciencia y la falta de representación de mujeres en roles de liderazgo, y por supuesto, los obstáculos económicos que hacen que el espacio siga siendo de muy difícil acceso y que se convierta en el lujo de unos pocos.

Cruzar la línea de Kármán no es el reto. El reto es garantizar que cada niña tenga acceso a educación de calidad sin importar de dónde venga, que esa niña tenga la posibilidad de construir su propio camino en STEM sin depender de la filantropía de millonarios ni del medio del espectáculo.
Ojo, no estoy diciendo que este vuelo no importe. Importa. Pero no debe ser confundido con un logro colectivo si no está acompañado de políticas, accesos y compromisos reales. ¿Que este tipo de misiones nos inspiren? Puede ser. Lo importante es que no nos distraigan del trabajo profundo que aún falta por hacer.
El cielo ya no es el límite. Pero las verdaderas barreras siguen en la tierra.



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